El 22 de Junio Juan Antonio nos convocó en el área recreativa de Isla Margarita en el término municipal de Cazalla de la Sierra, con el fin de encontrarnos, refrescarnos en las aguas del Huéznar y tener un tiempo de reflexión a la luz de la Palabra y nuestras vidas. Nos acompañó toda la riqueza ornítica, botánica y mineral de la zona. Y en esta ocasión, nos acompañó también los sonidos de cuencos tibetanos que nuestro hermano llevó.
Al llegar, nos dispusimos a refrescarnos en las aguas que nos rodeaban, disfrutando del paisaje paradisiaco, las personas más peque y jóvenes no pararon de explorar el maravilloso entorno.
Iniciamos la comida con la eucaristía, en una mesa hermosa que nuestro hermano preparó con mucho cariño, donde nos acompañó olores de inciensos y sonidos de cuencos tibetanos antes de introducirnos en el la lectura del evangelio donde nuestro maestro Jesús tomó el pan y el vino con sus discípulos antes de su muerte.
"Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre." Mateo 26:26-29
Partimos el pan y bebimos de la copa, recordando que el sacrificio de Cristo implica que ya no hay más sacrificios, que somos aceptados, perdonados y sin culpa delante de quien creó los cielos y la tierra.
Comimos, charlamos y se nos invitó a tomar alguno de los libros de clasificación de la naturaleza que estaban alrededor del banco. En parejas, tomamos uno de estos documentos y tratamos de encontrar en nuestro entorno algo de lo que describían. Algunas personas buscaron arbustos, otras árboles, otros animales...
Al regresar, iniciamos una conversación acerca de como la experiencia nos ayudaba a ampliar nuestra consciencia de nuestro Dios. Comentamos acerca de su creatividad y de toda la diversidad que nos ofrecía, colores, olores, formas... hablamos del asombro que nos embarga cuando dejamos que la creación de nuestro Dios nos trasmita, hablamos de la belleza a la que somos invitados y de la necesidad que tenemos como seres humanos de reconciliarnos no solo con él, con nosotros mismos y con nuestro prójimo, sino también con toda la diversidad de la naturaleza. También hablamos de como la lectura del libro de los Hechos estos meses, nos invitaban a ver a un Dios que saca a unos judios exclusivos de su burbuja, para adentrarlos en otras culturas enseñándoles que allí también Dios está obrando en cada persona: muchas lenguas diferentes, la visión del lienzo de animales impuros de Pedro, estar en casa de un curtidor (algo horrible para un judio)... Así como estábamos rodeados de diversidad, Dios nos invita a descubrir lo que está haciendo más allá de nuestra zona de confort y aun nos invita a colaborar con lo que está haciendo.
En esta conversación rodeada de la inspiración de la naturaleza, concluimos con la lectura del Salmo 104, dejándonos inspirar por toda la sensibilidad del autor ante la diversidad y creatividad de la divinidad:
¡Bendice, alma mía, al Señor!
Señor, Dios mío, qué grande eres;
de gloria y majestad te vistes.
2 Como un manto te envuelve la luz,
como un tapiz extiendes el cielo.
3 Alzas tus aposentos sobre las aguas,
haces de las nubes tu carroza,
en alas del viento caminas;
4 a los vientos haces mensajeros tuyos,
a las llamas ardientes, tus servidores.
5 Afirmaste la tierra sobre sus cimientos
y nunca jamás podrá derrumbarse.
6 Como vestido le pusiste el océano,
hasta los montes se alzaban las aguas;
7 ante tu grito amenazante huían,
ante tu voz tronante escapaban;
8 subían a los montes, por los valles bajaban
hasta el lugar que tú mismo les fijaste.
9 Les fijaste una frontera que no cruzarán
y no volverán a cubrir la tierra.
10 Tú conviertes a los manantiales en ríos
que serpentean entre montañas,
11 proporcionan bebida a las bestias del campo
y apagan la sed de los asnos salvajes;
12 en sus orillas moran las aves del cielo
que entre las ramas andan trinando.
13 Desde tus aposentos riegas los montes,
se sacia la tierra del fruto de tus obras.
14 Tú haces brotar la hierba para el ganado,
y las plantas que cultiva el ser humano
para sacar el pan de la tierra;
15 y también el vino que alegra a los humanos,
dando a su rostro más brillo que el aceite,
junto con el alimento que los reconforta.
16 Reciben su riego los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó.
17 En ellos las aves ponen sus nidos
mientras la cigüeña lo pone en los cipreses;
18 los altos montes son de los ciervos,
las rocas, refugio de los tejones.
19 Para marcar los tiempos hiciste la luna
y el sol que sabe cuándo ocultarse.
20 Dispones la oscuridad y cae la noche:
bullen en ella los seres del bosque,
21 rugen los leones ante la presa
y piden a Dios su alimento.
22 Sale el sol y ellos se esconden,
descansan en sus madrigueras.
23 Entonces sale el ser humano a su trabajo,
a su labor que dura hasta la tarde.
24 ¡Qué abundantes son tus obras, Señor!
Con tu sabiduría las hiciste todas,
la tierra está llena de tus criaturas.
25 Aquí está el inmenso y ancho mar,
allí un sinfín de animales marinos,
seres pequeños y grandes;
26 allí se deslizan los barcos
y Leviatán, a quien formaste para jugar con él.
27 Todos ellos te están esperando
para tener la comida a su tiempo.
28 Tú se la das y ellos la atrapan,
abres tu mano, los sacias de bienes.
29 Pero si ocultas tu rostro se aterran,
si les quitas el aliento agonizan
y regresan al polvo.
30 Les envías tu aliento y los creas,
renuevas la faz de la tierra.
31 Que la gloria del Señor sea eterna,
que el Señor se goce en sus obras.
32 Él mira la tierra y ella tiembla,
toca las montañas y echan humo.
33 Mientras viva cantaré al Señor,
alabaré al Señor mientras exista.
34 Que mi poema le agrade,
que yo en el Señor me alegre.
35 Que sean los pecadores extirpados de la tierra,
que los malvados no existan más.
¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Aleluya!
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