A veces hablamos de que no siempre tenemos muy en cuenta a los peques dentro de las dinámicas de los impulsos, creemos que debemos mejorar en esto. A la vez, nos damos cuenta de que cuando no tenemos un programa concreto, te das cuenta del valor que tiene el hogar como la célula más pequeña donde las enseñanzas de Jesús son consideradas en familia ante los desafíos de cada día y donde las prácticas que nos conectan con él son habituales. Cuando nos vemos, los niños se sienten libres de correr, jugar y encontrarse y percibimos que hacerlo alrededor de adultos que están orando y compartiendo acerca de la vida con Dios no les deja indiferentes. A veces se acercan y se sientan a escuchar el tiempo que les apetece, a veces interrumpen y nos recuerdan qué están ahí y que no los olvidemos, a veces incluso participan de alguna dinámica de manera espontánea. Parece que aun nos queda mucho que aprender de los niños de nuestra comunidad, mucho que deconstruir de nuestro adultocentrismo, pero sin