En ocasiones nos aventuramos a que las reuniones no tengan ninguna planificación ni dirección previa, tan solo asegurarnos que oramos y leemos alguna porción del libro del mes para compartir de manera participativa (cualquier persona puede tomar la iniciativa para proponer alguna dinámica de oración o de lectura). Desde esta práctica experimentamos momentos increíbles donde las propuestas para el tiempo en unidad trajeron refrigerio y una sensación poderosa de que el Espíritu Santo estaba usándo a cada parte del cuerpo para hablarnos y guiarnos. Pero no siempre esta dinámica nos dejaba con esta sensación, a veces el tiempo se llenaba de incómodos silencios y no sentíamos ninguna aportación enriquecedora.
Nos hemos dado cuenta de que cuando no hay un buen tiempo de alabanza y predicación previamente ensayadas, la realidad de como venimos cada persona y como estamos en el momento de reunirnos sale a la luz, y aunque tal revelación no sea siempre cómoda, si es muy útil para llevarnos a gestionar estados del alma que no serían visible con otro tipo de dinámicas.
Otra manera de gestionar las reuniones muy frecuente es organizarnos para que alguien facilite el tiempo. La persona que facilita puede pedir a otras personas previamente que traigan algo preparado: un tiempo de alabanza, un compartir, presidir la eucaristía... el único requisito es que lo que facilite tenga carácter participativo.
Disfrutar de la diversidad de enfoques a la hora de reunirnos es algo enriquecedor. A veces la dinámica incluye música, a veces una lectio divina comunitaria y a veces como el día que plasmamos en la foto, alguna participación muy especial. Por ejemplo, nuestro hermano Yassine, profesor de arte y pintor, mientras el resto de la comunidad compartía, se dedicaba a tratar de pintar lo que estaba percibiendo.
Comentarios
Publicar un comentario