El domingo 26 de febrero nos vimos algunas personas de la comunidad en Gines, en casa de Eva, Juan y Julia y disfrutamos la mañana poniéndonos al día de nuestras vidas y comentando la lectura del libro "El Maestro de maestros" del Dr. Augusto Cury alrededor de un te.
El libro nos da la oportunidad de reflexionar en todo lo que aporta la figura de Jesús a nuestro mundo desde el punto de vista de la mente. Uno de los párrafos que comentamos es el siguiente:
"En algunas ocaciones, Cristo profería pensamientos totalmente raros que eran cercados de enigmas, escapando completamente de la imaginación humana. Aunque él tocase en la necesidad íntima de satisfacción del ser humano, sus palabras eran sorprendentes, inesperadas. Si lo investigáramos con mucho criterio, concluiríamos que, al contrario de lo que muchos piensan, su deseo no era producir reglas morales, ideas religiosas, corrientes filosóficas, sino transformar la naturaleza humana, introducirla en un clima de placer y sentido existencial. Probablemente, nunca nadie predicó con tanta elocuencia acerca de esas necesidades fundamentales del ser humano."
Tras mostrar diferentes puntos de vista sobre este párrafo y otros de la obra, nos dispusimos orar las Escrituras usando la aplicación Lectio 365, una herramienta que algunas personas de la comunidad estamos usando (justo ahora nos enfoca en el tiempo de Cuaresma). En la meditación del domingo 26 de febrero nos encontrábamos, entre otras, con las siguientes reflexiones y preguntas en torno al pasaje de Éxodo 20:8-17:
"El regalo del sabbat me recuerda que soy libre. ¿O no lo soy?
La autora Adele Calhoun desafía:
<<Si no estás descansando, eres esclavo de algo>>
Cole Arthur Riley, creadora de Black Liturgies, escribe:
<<El descanso es un acto de desafío...la audacia de enfrentarse a las exigencias de este mundo y proclamar: No nos poseerán.>>
Me tomo un momento para reflexionar en presencia de Dios, ¿soy capaz de descansar en este día de reposo? Si no es así, ¿por qué no?
Jesús, te doy gracias porque me has liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Padre, tú me has liberado de la esclavitud de las exigencias del mundo.
Espíritu Santo, celebro la libertad que me has dado hoy y declaro: ¡No seré poseida!"
Estábamos aun en silencio cuando nuestro hermano Juan lo rompe con una pregunta a cada persona alrededor de la mesa "¿Qué te esclaviza?". El primer plato que compartimos y pusimos sobre la mesa fueron los elementos que hemos descubierto que nos mantienen en esclavitud.
Después comimos los alimentos que traimos para compartir, estando de acuerdo que en medio de nuetsra imperfecta realidad comunitaria, un elemento que creemos que ha sido claramente de Dios, es adentrarnos en medio de nuestros encuentros en expresar nuestra vulnerabilidad. Aun nos queda mucho que aprender y profundizar al respecto, sin embargo, de alguna u otra forma, ese músculo se va fortaleciendo en nuestra vida comunitaria.
¡A la Divinidad sea la Gloria!
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